Ella estaba sentada en el micro
sin pensar mucho en nada. De pronto miró al suelo… no de pronto, estaba mirando
al suelo, pero sin ver nada realmente. Empezó de pronto a fijar su mirada
en las cosas. Sus pensamientos se
detuvieron y empezó a observar. Recién ahí de pronto vió, muy cerca de ella,
que alguien más calzaba sus zapatillas. Se emocionó, quizá sintió que alguien
más podía ser como ella. Solo miraba de reojo las zapatillas. Me gustaba pensar
que otra persona más podía ser como yo, sin saber bien mucho que significa eso.
Empecé a mirar sus zapatillas y
notar las diferencias. Sus pasadores son de otro color. Igual que las rayas fosforescentes.
Esas tiene rayas naranjas chillón, las mías amarillas. Entonces ella pensaba
que eran parecidos, ya no eran iguales, eran parecidos. La emoción igual
existía. Igual podríamos estar en el mismo conjunto si empezamos a agrupar todos
los zapatos del micro.
Desde donde estaba sentada ella
solo veía las zapatillas así que, por supuesto, empezó a buscar al dueño de las
zapatillas. ¿De quién son? ¿A quién me parezco? No se veía con claridad desde
donde estaba cómodamente sentada de quien eran así que tuve que moverme un poco
y ladearme a la derecha, saliéndome de mi sitio y hasta incomodando un poco a
mi compañera de lugar. Eso no le importaba mucho, porque ella quería saber a
quién se parecía.
La persona por fin tuvo cara, era
un chico alto, que tenía un jean, pelo corto y barba. Ahora ella sonreía y
tenía ganas de decirle “¡HEy mira nuestros pies! Nos parecemos ¡Podemos ser
amigos!” por alguna razón me emocionaba sentir que podíamos tener algo en
común, tenía ganas de hablarle, y también tenía ganas de que el se diera cuenta
que nuestros pies, hacían match.
Probablemente era unas ganas
románticas de encontrar alguien nuevo en su vida.