martes, 10 de noviembre de 2015

Ella estaba sentada en el micro sin pensar mucho en nada. De pronto miró al suelo… no de pronto, estaba mirando al suelo, pero sin ver nada realmente. Empezó de pronto a fijar su mirada en  las cosas. Sus pensamientos se detuvieron y empezó a observar. Recién ahí de pronto vió, muy cerca de ella, que alguien más calzaba sus zapatillas. Se emocionó, quizá sintió que alguien más podía ser como ella. Solo miraba de reojo las zapatillas. Me gustaba pensar que otra persona más podía ser como yo, sin saber bien mucho que significa eso.

Empecé a mirar sus zapatillas y notar las diferencias. Sus pasadores son de otro color. Igual que las rayas fosforescentes. Esas tiene rayas naranjas chillón, las mías amarillas. Entonces ella pensaba que eran parecidos, ya no eran iguales, eran parecidos. La emoción igual existía. Igual podríamos estar en el mismo conjunto si empezamos a agrupar todos los zapatos del micro.

Desde donde estaba sentada ella solo veía las zapatillas así que, por supuesto, empezó a buscar al dueño de las zapatillas. ¿De quién son? ¿A quién me parezco? No se veía con claridad desde donde estaba cómodamente sentada de quien eran así que tuve que moverme un poco y ladearme a la derecha, saliéndome de mi sitio y hasta incomodando un poco a mi compañera de lugar. Eso no le importaba mucho, porque ella quería saber a quién se parecía.

La persona por fin tuvo cara, era un chico alto, que tenía un jean, pelo corto y barba. Ahora ella sonreía y tenía ganas de decirle “¡HEy mira nuestros pies! Nos parecemos ¡Podemos ser amigos!” por alguna razón me emocionaba sentir que podíamos tener algo en común, tenía ganas de hablarle, y también tenía ganas de que el se diera cuenta que nuestros pies, hacían match.


Probablemente era unas ganas románticas de encontrar alguien nuevo en su vida. 

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